domingo, 18 de enero de 2015

La Ballenera

Josefa me contó que trabajó desde niña en la ballenera. Aquí se "desguazaron" las últimas ballenas que se capturaron por nuestros barcos en 1985. Casi 160 ballenas al año. El lugar fué escogido por alguna compañia constructora y personajes del entorno, para convertir esta zona en un muro de edificaciones, que exclusivas o no, iban a destrozar un paisaje de mágico. A fecha de hoy desconozco porqué no ha comenzado el proceso de "cementización". Me alegro.


Me contaba, Josefa, de la dureza de los trabajos de la factoría, de las muchas penas que pasaba su madre, que también fue trabajadora de la ballenera al igual que el resto de la familia, de los problemas que le causaba el ser una niña y después mujer en un mundo de hombres y más siendo de fuerte carácter y buena en su profesión. Describía, con nostalgia, cómo se cortaba y aprovechaba la carne, como la sangre brotaba a chorros y chocaba contra las botas de trabajo, y como los ojos de aquellos animales lloraban aún después de muertos. Me alegro de que cerraran.



Aquella mañana decidimos bucear en El Carrumeiro Grande pero la visibilidad era lamentable. Así fué que el capitán decidió buscar agua en la antigua ballenera. A regañadientes acepté. ¿No había más sitios!!?

Elegimos un fondeadero en medio de la pequeña ensenada. 7 metros de fondo y aguas claras. Habíamos decidido recorrerla de este a oeste para acabar en la zona exterior del antiguo muelle. Comenzamos por un fondo de arena y concha con poca vida. Apenas recorrimos unos metros cuando me llevé la primera sorpresa: posidonia. No lo podía creer. Es más, no me lo creí hasta que Fer no lo confirmó. Era la primera vez que la veía en aquellas aguas. Después me contaron que en algún lugar de las rías más al norte, si se podían encontrar.



Continuamos el recorrido por fondos de alga, roca y arena. Durante la inmersión encontramos una planeadora completa, muertos de fondeo, y gran variedad de fauna. Al pasar la punta del muelle, el fondo cambió pasando de la roca, alga y color a la penumbra. Los ordenadores registraron un cambio de temperatura pasando de los 13 a los 11º. Las formas del fondo ahora eran redondas y decidimos investigar. Las piedras redondeadas y planas no eran otra cosa que pulidos huesos de ballena. Se siente algo especial cuando intuyes lo que son y los tocas. Ya no había algas, ni peces: sólo restos. Y muchos. Hasta tal punto eran, que todo el fondo era blanco hueso. No había tiempo para más. 40 minutos de fondo y a pesar del estupendo semi-seco, tenía frío. La cámara estaba sin batería desde que encontré al pez pipa. Aún así no quería quedarme sin la prueba de haber estado allí. Busqué y encontré una pequeña "piedra" con forma alargada. La conservo como un tesoro entre mis libros.
Ascendimos. No volvería a bucear allí.

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