jueves, 29 de mayo de 2008

"El Carmen"

Apenas divisaba mi compañera de buceo. Rodeando su silueta, la luz pasó en un momento del azul vivo e intenso al oscuro más sombrío. Miraba sin ver, y mientras una mano se asía al cabo de seguridad, la otra revisaba el equipo. Dejé atras la botella de seguridad que colgaba cocmo una araña suspendida en el oscuro vacío. Fué un descenso rápido hasta la cota de los 33 metros. Dos minutos. Razonable. Con la cabeza por delante, el aleteo de mi compañera se fué haciendo cada vez menos perceptible. Iluminé el ordenador y contemple el cambio de digitos que marcaba la profundidad. A los 28 metros, la oscuridad se vió sorprendida por los focos de 70w y, asustada, se disipaba para dejar paso a vivos colores y formas. Formas familiares me recordaron que ya había estado allí. Percibí entonces las mismas sensaciones que tuve el primer día que llegué hasta aquellos lares. La leve sensación de ahogo hizo que echara mano al regulador. Comprobé el manómetro, reajuste las cinchas y encendí la cámara. Utilizé la potencia total del flash, y aunque de alguna manera sabía que no iba a ser necesaria, preferí el exceso a la miseria.
Miré a mi pareja que flotaba a 2 brazas del fondo, y nos hicimos gestos para confirmar el briefing. Nos hallábamos en popa y recorreríamos el pecio por babor para volver rodeándolo. Como siempre, el Carmen no deja de sorprendernos y nos dejamos llevar por la curiosidad cada vez que podíamos. Nos acompañaban las sarretas y fanecas residentes. Nunca estás sólo del todo.
A mitad del recorrido por estribor, encontré lo que parecía una rueda formando parte de un carro. No conseguía ver la forma completa, pero sí que el conjunto asemejaba un vehículo. Teníamos 10 minutos para recorrerlo y no debía pararme demasiado. Dejamos atrás la estructura y seguimos la travesía. Llegamos a proa, o lo que se antojaba serían sus restos, y comenzamos el regreso. Encontramos la caldera. Impresiona por su tamaño y por aparecer de repente cuando la luz le alcanza. Rodeada por retorcidos hierros con y sin forma, amenazaban con enganchar el equipo del que se aproxima. No nos entretuvimos pues es visita obligada en cada inmersión. Habían pasado 7 minutos cuando la luz mostró la otra rueda del vehículo que encontramos en la ida. Imposible definir a que tipo de artilúgio pertenecía y comenzé a dudar de si realmente aquello era un vehículo. Miré hacia delante. Una fila de formas curvas que surgían del fondo y se elevaban hasta 3 metros, se ordenaban hasta que la penumbra las engullía. Láminas de acero se elevaban siguiendo las formas de las varengas de la aleta de babor.


Este era un barco de una compañia de Gijón y asegurado por la Lloyds según la poca documentación que me trasmite la Red. Transportaba manganeso a la fábrica de carburos como atestigua la cantidad de este material que alfombra el pecio. No sabemos mucho más de esto, pero es posible que una investigación a fondo en archivos de la misma fábrica y en la aseguradora nos aclaren que pasó. La zona de hundimiento se halla muy cerca del famoso cementerio griego, lugar al que iban a hundirse los barcos de este pabellón después de pasar por los bajos de las Lobeiras y otros petones próximos. Parece ser que con el fin de cobrar los seguros. Esa es la leyenda. Al menos descansan 5 de la citada nacionalidad. Esa es la historia. Por lo conocido,los griegos, incluyendo al último -léase Prestige-, tienen una atracción especial por estos fondos.



continuará...









2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Ya te vale!. Bucear un jueves mientras los demás curramos, muy poco ético, la verdad ;-)

A ver cuando vuelvo al Carmen, que ya lo añoro.

Por cierto lo que tú dices que es una "rueda" a mí me da que el ventilador-refrigerador de algún aparato. También le hice fotos (mejor dicho 2 esbozos de fotos).

P.D.: Ayer Domingo, pasasteis por delante de mi casa (Campolongo), pero estaba al teléfono y no os pude saludar :-( Os hubiera invitado a subir.
Un Saludo.

Anónimo dijo...

yo tambien voy