domingo, 20 de septiembre de 2009

Zakynthos 2ª parte.

Llegué al hotel después de tomarme un Kebap y un par de cervezas, la primera por sed y la segunda también. Después del postre, a base de yogurt, miel y almendras pensé en reclamar al última birra. Pagué y me dirigí al Hotel. No estaba lejos y me quedaban fuerzas para andar. En el bar del hotel me atornillé a la barra y decidí no irme a dormir con sed. Probé las cervezas, todas aquellas que no fui capaz de pronunciar, y casi dos horas después era incapaz de recordarle al metre el número de habitación. Por fortuna la tarjeta lo hizo en mi lugar. Me dió tiempo a programar la alarma del móvil y me desplomé sobre la cama.
El despertador sonó. Las 4:00 AM. salté. Me duché, vestí y recogí la mochila donde guardaba la cámara con su carcasa. Pedí un taxi. Me hubiera gustado olvidarme del taxista gordo que me llevó hasta el aeropuerto a más de 170 km/h. No tengo nada contra el sobrepeso, pero si contra los que dan servicio público a la velocidad del sonido. Una pesadilla. Delirante. A los 2 minutos de coger la autopista comenzó el ritual. El se dormía y yo carraspeaba. Una y otra vez. Tarareé una canción pero el muy cabrón se dormía más y no levantaba el pié del acelerador. A 120 es para acojonarse. A 170 para morirse, literalmente. Se tiró un pedo. Carraspeé y se tiro otro. Flipé. Medité antes de volver a carraspear. Recé en bajito y el hipo puta ventoseó de nuevó. Adelantó a una furgoneta a 170 con los ojos cerrados. Pensé en la familia. Pensé que no iba a volver a ver a Alberto. Un frenazo me sacó de estas reflexiones y, por poco, el hígado por la boca. Un coche se había cruzado justo antes del desvío al aeropuerto. No profirió juramento alguno. Me pidió perdón por el incidente y me dió su versión de lo ocurrido.
Se detuvo con suavidad al llegar. Me indicó el taxímetro 30 euros. Saqué el dinero y me indicó con una mano el despegue de un avión imaginario:
- forty to the airport.
No estaba dispuesto a discutir. Le entregué dos billetes de 20:
-que te follen- sonreí
-σας δώσουν- sugirió.
- tu madre por si acaso- le dije cuando me despedía.
-Bye, στάζει.

Educado ante todo.
Llegué a Zakythos o Zante en 50 minutos. El aparato de Olympic airlines estaba pasado de fecha, seguro, pero la atención que recibí y el desayuno que me dieron, está entre lo mejor de lo que había conocido en el aire hasta aquel momento. Muy recomendable.
Alex, mi nuevo taxista en un inglés de batalla como el mío me colocó en el hotelito de su hermana. A pie de playa, con el run run del Mediterraneo de fondo, a la vista de la isla de la Tortuga y con una cerveza en la mano, recibí el amanecer en Zante.
Busqué el centro de buceo de Blue Dolphin y lo encontré cerrado con una nota explicativa. El Euro Divers estaba justo al lado del hotel. Abría a las 9:30. No iba a seguir buscando. Me enrolé con ellos y así llegue hasta Barracuda´s Reef.

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