Tuve que llegar a Grecia. Llevaba días sumergido el portátil localizando empresas de buceo en la parte continental, pero lo que leía desanimaba:" no vale la pena bucear", "aguas limpias pero sin vida".. en fin . Frustante. Una noche , poco antes de partir y mientras malgastaba mi vida en la superficie, encontré en un paseo por la TDT , un programa de buceo de ruta por Grecia. Blue dolphin Center. Ni puta idea. Sin más datos. Inicié la búsqueda en la red. 650.000 entradas. Después de patear la primera página de Google, hallo el centro y dos teléfonos de contacto. Grecia. Isla de Zante o Zakynthos. Yupi!!. Llamo al primero. Nada. Llamo al segundo. Apagado. Yupi??. Al día siguiente repito llamadas e insisto durante el día. Envío mail. Ná!. -Me quedan otros centros- pensé. La misma respuesta...yupi...????
No tenía margen de maniobra. Partía al día siguiente.
Salí de madrugada de La Coruña y tras hacer conexión en Madrid, aterrizé en Atenas a las 4 de la tarde hora griega. 37º. Volví a entrar en la terminal. No estaba dispuesto a pasar calor. Me saqué toda la ropa y me enfunde unas bermudas de Coronel Tapioca, camiseta verde, gorra y chancletas.
No tenía margen de maniobra. Partía al día siguiente.
Salí de madrugada de La Coruña y tras hacer conexión en Madrid, aterrizé en Atenas a las 4 de la tarde hora griega. 37º. Volví a entrar en la terminal. No estaba dispuesto a pasar calor. Me saqué toda la ropa y me enfunde unas bermudas de Coronel Tapioca, camiseta verde, gorra y chancletas.
-Καλώς ήλθατε στην Αθήνα. Όπου θα βόλτα;
-Ledra Marriot hotel. Singrou street, please.
-Ok! sir.
El taxi me llevó en volandas al hotel. Media hora de trayecto. No está mal, si tenemos en consideración la cantidad de coches que circulaban y que aquello parecía un capítulo de "autos-locos".
Pasé a un tiro de piedra de la Acrópolis. Me quedé embobado mirándola.
- Είναι η πρώτη φορά, κύριε; first time?
- yeah!
- beautiful, right?
- more than this.
Hice el check-in sin problemas. Subieron las maletas en cuestión de segundos. El aire acondicionado envió bocanadas de aire helado que agradecí más que la ducha. Cogí la guía de Atenas, mientras abría una cervaza del minibar. Busqué la dirección de la Acrópolis. Abrí otra cerveza que bebí sin respirar. Encontré la Acrópolis y lo celebré con la tercera y última cerveza. Ya un poco peneque, salí del hotel, cámara en ristre y 80 leuros en el bolsillo. Nada de documentación. Con la tarjeta del hotel llega. El aire abrasaba y quemaba los pulmones. "hace falta otra birrita", pensé.
Llegué a los pies de la Acrópolis en 3,10 euros de taxi. Pagué la entrada y subí hasta llegar a los restos del templo de Αθηναϊκή νίκη (Atenea Niké). Pensaba, al pisar los escalones, en la historia que soportaban. Por aquellos bloques de mármol había subido Pericles hacía ahora 2500 años. Joder! tenía que estar prohibido pisar! y después te multan por pasear por el cesped... país...! Di vueltas al Παρθενών-Partenón. Una y otra intentando memorizarlo.
Todo él está calculado con minuciosa perspicacia para producir la sensación de maravillosa perfección. El efecto plástico se consigue aproximando ligeramente las columnas de las esquinas, disminuyendo los espacios entre ellas desde el eje central del templo hacia los extremos, originándo así una deformación forzosa en la relación de medidas entre los triglifos y las metopas resolviéndose al acortar la anchura de las metopas externas. Capiteles, fustas sin basa que asientan directamente sobre el estilobato, y otras consideraciones las dejo para los entendidos. Me bastaba con saber que uno por uno, todos los bloques eran tallados para ocupar un lugar, que no había dos iguales, y que incluso algunas columnas cambiaban de sección para conseguir efectos ópticos estudiados. Increible. La sensación de grandeza es brutal. Hice fotos de todo lo que no se movía. Agoté las ganas de Partenón. Me obligué a recordar hasta el último rincón, y cuando me rendí al cansancio, calor, sed e historia, me senté y dibujé. Saqué un rotulador azul. Hacía días que lo había visto en manos de mini-yo y me lo había, debidamente, apropiado. Una hoja de cartón grueso, no más grande que una cuartilla, me sirvió de lienzo...
La sed me levantó, recogí los bártulos y bajé las escaleras de fino marmol griego, rodeado de historia y belleza mientras pensaba en la mierda de dibujo que había garabateado a los pies del templo. Estaba contento. Mi cabeza estaba con Pericles y mi cuerpo deseaba otra cerveza.
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