domingo, 30 de marzo de 2008

A pesar del día.

Cuando sonó el despertador apenas me di tiempo. Me levanté sin pensar. De otra manera me hubiera vuelto a dormir.
Salí de Betanzos a las nueve con tiempo de sobra para llegar, recoger el equipo y estar listo a las diez y media. Ese día buceábamos con Patrimonio. El objeto era recorrer puntos marcados en el GPS y confirmar lo que las bocas y oídos de tantos y tantas generaciones de mariñeros nos habían trasmitido. La inestimable ayuda de los buzos de navaja ,y otros bivalvos, constituían, posiblemente la fuente más valiosa aquel día.
Llegué a Coristanco con un poco de retraso. Llovía con fuerza. Más de lo que exigía la sequía, por desgracia. Aproveché, haciéndole un guiño al placer que suponía tomarme un café en el Tina, para vaciar-exprimir la vejiga. Iba a estrenar traje seco y no quería tener percances. No voy a seguir por este camino. El mal tiempo me retrasó. Cuando llegué empeoraba.
Después de las presentaciones y cargar equipos decidimos encontrarnos en los pantalanes. Lo que quedaba de ellos. El último temporal había acabado con sus ya maltrechos fondeos. Si hay sur porque es sur y si es nordés porque es nordés. Aquí cuando sopla es mejor poner el barco a tierra.
Nos dirigimos hacia Sardiñeiro. Llegados a la marca, nos pusimos los equipos. Primero ellos. Fuimos detrás peinando la zona, tomando como referencia las nasas que dejábamos por tierra. Después de buscar durante media hora abandonamos. Los arqueólogos siguieron por el sur. Ellos estaban ganándose el pan.
A una milla estaba la embarcacion de Manolo. Necesitábamos más datos. En escasos minutos, nos pusimos a su costado. Esperamos hasta que recogió su cupo de navaja. Decidió acompañarnos. Volvimos y se sumergió sobre uno de los puntos ya batidos. Nada. con una facillidad pasmosa subía y bajaba cada 2 minutos. 9 metros. El tiempo empeoraba. Le rogamos que abandonara. Llevaba más de 4 horas con un húmedo de 5 milimetros a 13º de máxima. Dolía verlo. Para el apenas supuso esfuerzo.
Manolo se fué y nosotros subimos. Al rato subió Raul. Había perdido el color. A su compañero no parecía afectarle el frío. Seguíamos en silencio, cansados, la estela de las burbujas que rompían en la superficie. Trazaba círculos o más bien una espiral. Cuando el radio de la misma se convirtió en un punto, las burbujas se hicieron más grandes. Subía. Levantó por encima de su cabeza un trozo de algo. Lo había encontrado. No lo podía creer. Estaba debajo de la Zodiac. Pasamos por ahí varias veces. Nos volvimos a poner los equipos. Nos dejamos caer. Allí estaba. Siempre encuentro gente que encuentra cosas. Tenía suerte.
Habían limpiado una zona de 3 metros de diámetro y en el centro se veía claramente un cilindro de casi dos metros de largo. Esperé a que los expertos sacaran las fotos que precisaran y los contemplé por encima de sus burbujas mientras trabajaban. Las presencias ajenas a ellos no existían. Trabajaban siguiendo un guión. Lentamente. El estudio inicial acabó y no permanecieron allí ni un minuto más. Me acerqué al cañon y lo exploré con los dedos. No sabía si podía o no, pero después de haberme sumergido 3 veces en un día, levantarme, recorrer 120 kilómetros de agua, y pasarlas putas con el traje seco, ya podían darle por el culo a la historia si me negaban los derechos de palpación de objetos antiguos encontrados con esfuerzo.














1 comentario:

Anónimo dijo...

No he podido ver la ultima foto ampliada.
Un Buen documento, pero se ve que es un cañon ¿o no?
Saludos
Isi